La cartografía, término acuñado por Santarem a mediados del siglo XIX, acogió en un principio el estudio de la cartografía antigua, pero es hoy la ciencia que estudia cualquier representación antigua o moderna de las tierras o mares de la tierra e incluso se extiende a la representaciones celestes.
La cartografía que llamamos náutica, se identifica con la hidrografía hasta mediados del siglo XVIII en que, con la aparición de la cartografía científica, ambas ciencias íntimamente relacionadas con la navegación, empiezan a diferenciarse claramente entre sí.
Sin duda, son los griegos los primeros que elaboran cartografía náutica de importancia, basada en elementos de geografía matemática. Grandes filósofos como Tales de Mileto que plantea ya en el s. VII ac la esfericidad de la tierra, o Eratostenes que en el s. III ac calcula, con bastante precisión la circunferencia terrestre, o Hiparco que en el s. II ac desarrolla las primeras proyecciones para representar la tierra sobre un plano, sientan las bases científicas de las primeras representaciones.
Finalmente, Ptolomeo en el s.II dc fija en una extensa tabla las coordenadas geográficas de cas 8.000 localidades situadas astronómicamente. Desgraciadamente, este gran monumento de la cartografía antigua no será tenido en cuenta por las ciencias geográficas europeas hasta el s. XV. En esta gran obra estaban ya presentes las nociones fundamentales de la cartografía moderna: la esfericidad de la tierra, las determinaciones astronómicas de latitud y el sistema de proyección sobre un plano.
Atlas catalán 1375 (fragmento) A. Cresques. Biblioteca Nacional de París.
La orientación magnética al norte que proporciona la generalización en el s. XIII de la aguja imantada o brújula y su alpicación a la navegación en el Mediterráneo, da lugar a las nuevas cartas portulanas que caracterizaron la cartografía marítima medieval y que tendrá sus más importantes puntos de producción en Pisa, Génova, Venecia, Sicilia, Cataluña y Mallorca. A finales del s. XIII, cuando empieza la gran expansión geográfica de la marina catalana-aragonesa, el desarrollo comercial convierte en auténticos emporios de riqueza ciudades como Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca. Esta cartografía portulana, dirigida a la navegación del Mediterráneo, se preocupa sobre todo de situar ciudades costeras, puertos y accidentes geográficos relevantes para la náutica, y su finalidad es guiar la navegación por rumbos magnéticos y distancias, Así los topónimos inundan los perfiles costeros y las grandes arañas de rumbos cubren las superficies marítimas, mientras las tierras interiores, irrelevantes para el marino, se cubren de portentosas decoraciones.